Los tributos de la vivienda: municipios y autonomías exprimen
fiscalmente el boom inmobiliario
Los gobiernos
locales y regionales aprovechan su capacidad normativa para elevar los tributos
relacionados con la vivienda
No son sólo los promotores, los constructores o los especuladores
quienes están haciendo su agosto con el boom
inmobiliario. También las administraciones, especialmente la local y la
autonómica, intentan exprimir al máximo el auge de la vivienda en favor de sus
arcas.
Según el Ránking Tributario 2004
que recientemente ha divulgado el ayuntamiento de Madrid, la mayoría de grandes
ciudades se aproximan a las tarifas máximas que les permite la ley en la
aplicación de los tributos relacionados con la construcción o tenencia de
inmuebles, como el impuesto de construcciones (ICIO),
el impuesto sobre bienes inmuebles (IBI), o el que
grava el incremento del valor de los terrenos (IIVTNU),
conocido también como plusvalía municipal.
Así, los ayuntamientos de Bilbao, Madrid, Valencia y
Zaragoza ya no pueden exigir más de lo que exigen por una licencia de obras en
su término municipal, mientras que Málaga ha agotado casi el 90% de su margen,
y Barcelona y Sevilla están al 78,75% y 72%, respectivamente, de sus
posibilidades.
En el caso de la llamada plusvalía municipal -que se abona
al vender un inmueble en función e la revalorización que se calcula que ha
experimentado el suelo en esa zona-, el informe comparativo publicado por el
ayuntamiento de Madrid revela que las cuotas están casi al límite de las
posibilidades legales no sólo en las siete mayores ciudades de España, sino
prácticamente en los municipios de todo el territorio nacional.
En el IBI, que es el tributo que
más dinero proporciona a los ayuntamientos, la situación es más desigual. Así,
mientras que Málaga aplica un gravamen muy próximo al tope legal (94,80% del
máximo) y Sevilla y Barcelona superan de largo el 80% del límite, otras
ciudades no han agotado siquiera la mitad del recorrido que permiten las
tarifas: Bilbao se sitúa en el 48% del margen permitido, Madrid en el 47,6% y
Zaragoza en el 45,79%, por mencionar algunos ejemplos.
Pero los consistorios no son la única administración en
aprovechar el auge del sector constructor y el alza desmesurada del precio de
la vivienda. La mayoría de gobiernos autonómicos ha hecho lo mismo con los
instrumentos tributarios a su alcance. Así, por ejemplo, la Generalitat
de Catalunya lleva tres años consecutivos subiendo el
impuesto sobre actos jurídicos documentados para las
operaciones inmobiliarias y ha conseguido más que duplicar sus ingresos por
este concepto. Si en el 2001 en Catalunya se pagaba
un tipo fijo del 0,5% del valor del inmueble o hipoteca que se escrituraba,
este año las operaciones inmobiliarias soportan un gravamen de entre el 0,5% y
el 1% en función de su importe. Y el ejecutivo catalán no ha sido el único. El
Gobierno de Aragón, la Comunidad de Madrid o la Valenciana también han elevado
en los últimos años el porcentaje a cobrar por este impuesto, que soportan
quienes escrituran un piso o una hipoteca, además de los promotores
inmobiliarios cuando compran el terreno, lo dividen o segregan,. De ahí que desde diversos ámbitos se ha denunciado
reiteradamente que precisamente las subidas de este impuesto afectan en cascada
a todo el proceso de promoción y construcción y acaban de nuevo repercutiendo
en el precio final de la vivienda.